por Pablo Sieira
Los sectores que rechazan la legalización del aborto aprendieron en la Cámara de Diputados que el exceso de confianza puede ser contraproducente y ahora, en la instancia clave del Senado, los que apoyan la ley parecen haber caído en ese error.
En esta semana que pasó se notó una llamativa pasividad por parte de la mayoría de las senadoras y senadores que apoyan la legalización, frente a la potencia militante que exhiben quienes buscan evitar que la ley se apruebe el 8 de agosto.
La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito puso sus fichas en seis senadores de los que sólo dos -la mendocina Pamela Verasay y la pampeana Norma Durango- concurrieron al plenario de comisiones para confrontar posturas con los invitados que expusieron en contra del proyecto.
Sin embargo fue un movimiento tibio en comparación con el de la tucumana Silvia Elías de Pérez y la salteña Cristina Fiore, que se mostraron mucho más comprometidas con el objetivo de impedir la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo a simple solicitud.
Si bien no son tenidos en cuenta por la Campaña, el rionegrino Miguel Pichetto y el chubutense Alfredo Luenzo, ambos a favor de la legalización, se encargaron casi en soledad de salir al cruce de los expositores que se refirieron al proyecto como “eugenésico” y promotor del “asesinato” y de la “desaparición forzada”.
En tanto, el bloque del Frente para la Victoria que lidera Cristina Kirchner no mostró hasta ahora ni un cuarto del compromiso que manifestó cuando anunciaron que sus nueve integrantes votarían a favor.
Al silencio absoluto de la ex presidenta se le suman la quietud de la mendocina Anabel Fernández Sagasti (que integra el “grupo de los seis” al que apuesta la campaña) y el neuquino Marcelo Fuentes, las dos espadas más afiladas del kirchnerismo a la hora de la pelea retórica.
Un dato: hay una senadora en ese bloque que en privado manifiesta “dudas” frente a la iniciativa, indicaron fuentes parlamentarias a NA.
En contraste, el sector que se opone al proyecto se mostró muy activo en el Senado desde el minuto cero y no sólo por las actuaciones de Fiore y Elías de Pérez.
El martes, primer día de ponencias en el plenario de comisiones, se lo vio al periodista Mariano Obarrio, abanderado del rechazo: no fue para cubrir el evento ni para realizar entrevistas, sino para hacer lobby. Prueba de ello fue la foto junto a la senadora Fiore.
Un día después, mientras se desarrollaba la segunda ronda de exposiciones, el arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, e importantes figuras del Episcopado se reunieron con los diputados nacionales que votaron en contra del proyecto.
La intención de la Iglesia, supo NA, es blindar y fortalecer el rechazo en la Cámara baja en momentos en que ven altas probabilidades de que el proyecto sea devuelto allí con cambios, si es que no logran bloquearlo.
El panorama del Senado parece derivar de un exceso de confianza por parte de la Campaña Nacional y del movimiento transversal a favor de la legalización del aborto por el feminismo.
Confiaron, en primer lugar, en que el envión de la Cámara de Diputados haría salir la ley del Senado sin demasiados sobresaltos.
En segundo lugar, confían ciegamente en que la masiva movilización prevista para el 8 de agosto dará vuelta una votación que por ahora es adversa, sin tener en cuenta que la presión de la calle es más efectiva cuando la puja de votos es más pareja de lo que es hoy.
Mientras tanto, olvidan que en la Cámara de Diputados, ocurrió todo lo contrario de lo que ocurre actualmente en el Senado.
Contrastes
El grupo transversal de diputadas y diputados a favor de la legalización realizó un impecable trabajo legislativo para cumplir con su meta: persuadieron a varios dudosos, “rosquearon” y cedieron cuando tuvieron que hacerlo para sumar más votos.
Allí, fueron los sectores que se oponen a la legalización confiaban en que ese proyecto nunca reuniría los votos necesarios -algo de eso dejó entrever la oficialista Elisa Carrió- y se sorprendieron cuando percibieron que la iniciativa avanzaba imparable atravesando todos los bloques, con un fuerte respaldo en la calle.
Recién ahí, cuando el debate ya estaba avanzado, comenzaron a moverse para impedir la aprobación (de hecho, el pañuelo celeste se empezó a usar pocos días antes de la votación) y estuvieron a punto de lograrlo.
El proyecto salió aprobado de Diputados gracias al llamado del gobernador de La Pampa, Carlos Verna, a los tres legisladores de su provincia: convirtió dos votos negativos y un indefinido en tres positivos, cuando el rechazo al proyecto estaba al caer.
En el Senado la diferencia es más amplia y el sector que se opone a la legalización decidió no dejarse “dormir” como en Diputados. Por ello, la pasividad de su contraparte es por lo menos llamativa.
(*): Especial para NA.